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Nosferatu: puro romanticismo

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Hay que tener mucho valor para revisar una de las cumbres del expresionismo alemán, el clásico Nosferatu de Murnau y encima salir airoso en el intento. Claro que de un tipo que se crió asilvestrado en las montañas de Baviera y es capaz de recorrerse Europa a pie, nos podríamos esperar cualquier cosa.

Nosferatu, nombre de desconocida etimología, no es más que el circunloquio que tuvo que dar Murnau para poder rodar la historia de Drácula, sin pagar derechos a la viuda de Bram Stoker. Por cierto que ésta le demandó y ganó.

Werner Herzog, gran admirador del film de 1922, monta su propia versión con su actor fetiche, el inefable Klaus Kinski, una bella joven de mirada enigmática en los inicios de su carrera como actriz –Isabelle Adjani– y, como era habitual entonces, un presupuesto ridículo. Tanto es así, que está rodada sin un solo efecto especial. Herzog además se empeña en situar a los actores en escenarios naturales, ya sean bosques, gargantas de ríos con mucho temperamento, o montañas espectaculares. No hay nada que esté grabado en estudios y hasta los interiores o las imágenes en la ciudad son reales (se hizo en la ciudad holandesa de Delft) y no decorados.

Todo esto le da un barniz al film de naturalismo y de genuino romanticismo que se agradece y sitúa esta película en las antípodas de otras más efectistas que también tratan el mito, como el Drácula de Coppola, con un Gary Oldman en su salsa, por no hablar de engendros como Van Helsing u otras revisiones lamentables.

Destacable es la interpretación de Klaus Kinski, muy bien dirigido por Herzog, que nos remueve por dentro con sentimientos encontrados hacia el personaje como el miedo, el odio, la pena e incluso simpatía y afecto cuando nos dejamos seducir por esos ojos tristes y solitarios del vampiro. Nada de histrionismos, nada de excesos, un personaje retratado en su justa medida, resaltando sus matices y ambigüedades.

Decía Herzog que sus películas nacían del dolor íntimo del ser humano. No en vano se deleitó a menudo con personajes e historias de tipos a medio camino entre el bien y el mal; solitarios y vesánicos. Y este es un perfecto ejemplo.

La banda sonora la firma Popol Vuh, grupo alemán de krautrock, familiarizado de siempre, con sonidos inquietantes.


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